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Review: Cielo Rojo

Cielo Rojo (Afire) del director Christian Petzold, no va a llegar a tener ni por asomo la cantidad de vistas de su casi homónima de vampiros. Sin embargo, merece tomarse el tiempo para disfrutar de un guión que reflexiona sobre uno de los grandes temas del arte de una forma sencilla y hermosa y un sonido cinematográfico que acompaña en todo momento.

Iniciamos el viaje con música de fondo, que luego vemos de dónde viene: la escuchan dos amigos en un auto por una ruta entre el bosque. El malhumorado León (Thomas Schubert) observa a través de la ventanilla y no puede corroborar lo que le dice su amigo Félix (Langston Uibel), que parece que el motor falla. Y cuando el auto se queda y tienen que caminar hasta la casa donde van a pasar la temporada de verano, también las actitudes difieren.

Al llegar se enteran —por el desorden— que tendrán que compartir la casa con Nadja (Paula Beer), a quien escucharán teniendo sexo pero que podrán conocer recién un par de días después. Nadja disfruta de la comida, las visitas a la playa y el sexo desprejuiciado y rápidamente conecta con Félix, quien está en el mismo plan de relax. Se suma al grupo Devid (Enno Trebs), el guardavida de la playa, que está bastante poco concurrida porque cerca del área hay incendios forestales.

El único que no se relaja es León, que está en plan escritor torturado y siente cada invitación como un desvío de su objetivo de corregir su novela. Félix también tiene que producir un portfolio fotográfico para la escuela de arte, pero se permite tomarlo como parte de su cotidianidad, comparte sus ideas y ensaya cosas mientras se baña en el mar, arregla el techo de la casa y vive un romance.

La reflexión sobre el lugar del arte y del artista se monta sobre esta trama: ¿el arte es algo que está más allá de la mayoría de la gente y sólo puede ser producido por un genio individual torturado? Y la respuesta de la película va en dirección opuesta.

Como la escena inicial del auto ya nos anticipa, el sonido, que en la mayor parte del cine acentúa la tensión o nos dice dónde sentir cada cosa, aquí es un elemento que se pone a jugar con mayor protagonismo. El sonido llega antes como la canción que escuchan los amigos en el auto o los gemidos de Nadja, incomoda como las chicharras o las moscas en medio de los parlamentos o se ausenta como el trepidar del fuego que se sabe cercano a través del cielo rojo o la lluvia de cenizas.

Cielo Rojo es una peli para ver, idealmente, con sonido envolvente, para meterse adentro de la atmósfera que crea: un verano en el Báltico con el tic tac de la catástrofe cerniéndose y las posibles elecciones de vida. Disfrutar los pequeños momentos con otros o encerrarse bajo la promesa de algo grandioso e individual.

 

 

8/10

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