Reina Animal (dirigida por Moroco Colman) llega a las salas comerciales con una propuesta bastante arriesgada en cuanto a lo que muestra —maltrato animal— y al posicionamiento político que sienta —contra el consumo de carne y en favor del cuidado del medioambiente—, que, vistos así en teoría, nos podrían parecer inobjetables (al menos el primer y el último punto de los tres mencionados).
Sin embargo, la narración nos devela que muchas de nuestras prácticas cotidianas no se condicen con esto que nos parece obvio, como estar en contra del maltrato animal. Pero no me adelanto: la película sigue el derrotero de Reina (Sofía Gala Castiglione), una mujer que sobrevive en las calles de la zona roja de Córdoba vendiendo de manera ilegal pedazos de carne premium robadas de un frigorífico. En ese contexto sórdido sufre un violento asalto y encuentra ayuda en el dueño del supermercadito que se convierte de a poco en su amigo (una amistad de rotos).
Y si ya esa premisa les paró los pelos y están flayando una versión libre de Cadáver Exquisito, la novela de Agustina Bazterrica que relata un futuro postapocalíptico donde el consumo de carne humana está legalizado (corran a leerla si no lo hicieron, por favor), sepan que Reina Animal utiliza otra estrategia para el mismo objetivo militante. Con una fotografía donde prima la oscuridad y un clima tenso que nos invita a sospechar una revelación horrorosa a cada momento, nos muestra qué arbitrarios son los límites que nos hacen creer que estamos del lado “bueno”.
Además de las imágenes que crea, en la peli se insertan, a través del televisor encendido con el que duerme Reina, escenas de documentales que personalmente yo sabía que existían y había elegido no ver. En este punto me quedé pensando en el lugar del arte y el carácter complaciente que muchas veces adopta para convertirse en un producto vendible en el mercado… y touché, me cabió por querer que el arte me incomode.
La actriz lo defiende en una nota: “No digo que siempre tengas que salir afectado o asqueado de una película, pero sí hay que salir modificado”. Esa es la estrategia de Reina Animal y por acá surtió efecto. En esa negociación con el mercado, la calificación de los cines es “para mayores de 16 años, con reservas”; un límite arbitrario como la cantidad de escenas de “sexo, violencia, abuso de sustancias, blasfemia, imprudencia u otros tipos de contenido para adultos” (enumera Wikipedia al respecto), pero que en esta película sería así: qué admitimos como violencias y qué no.
En consecuencia, con el posicionamiento político que sostiene, la producción cuenta con la novedad de ser la primera película filmada siguiendo el protocolo de sustentabilidad de APAC (Asociación de Productores Audiovisuales de Córdoba), que trata de reducir el impacto ambiental y calcular la huella de carbono. Así, en los títulos iniciales nos cuentan que el catering fue vegano/vegetariano y no se usaron desechables, pero también que se seleccionó un lugar de base cercano a los lugares de rodaje y otras medidas amigables con el medioambiente.
Reina animal es un thriller oscuro que pone en juego la fotografía y el sonido para mostrarnos la sordidez de lo cotidiano. En un país que se jacta de iniciar su ficción literaria con El matadero, de Esteban Echeverría, he aquí una reescritura que incomoda porque no sólo pone en duda ese imaginario nacional, sino que lo hace muy bien. Yo te avisé.
9/10