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Estreno de la semana: La monja ll

Llega a las salas La monja 2 (The Nun 2), secuela de la estrenada en 2018 y parte del universo Warren —amantes del género, acá todavía hay muchos sucesos paranormales para explotar— que a su vez comenzó en 2013 con El expediente Warren.

Nos encontramos con dos personajes que ya fueron presentados en la primera: la joven hermana Irene (Taissa Farmiga), enclaustrada por su padre por tener visiones y Maurice o “Frenchie” (Jonas Bloquet). Ella sigue siendo conciliadora, dulce y mundana, pero ya no quiere saber nada con cosas paranormales… sin embargo, tiene una visión en la que Frenchie le pide ayuda y entonces el vaticano la engrampa de nuevo. Aunque esta vez ella comanda la intervención (you go girl!) y se lleva de ayudanta a una novicia.

En los cuatro años transcurridos entre la historia de la primera parte y la segunda, Maurice rajó de Rumania y trabaja en un internado de niñas donde hace buenas migas con una profesora viuda y su hija. El lugar, que antes fue cava de vinos y antes aún abadía, no pasaría las inspecciones edilicias —tiene una capilla destruida por los bombardeos, donde las chicas malas se retan a permanecer cuando el sol ilumina los ojos del demonio retratado en un vitral—. El espacio derruido, la oscuridad y las capas de elementos de ocupaciones anteriores crean un clima gótico que, en mi opinión, si está bien logrado como acá, no decepciona.

El relato comienza en Francia, con una secuencia que sigue a un niño jugando por las calles empedradas de Tarascon, que ingresa a la parroquia para cumplir con sus deberes de monaguillo y siente una presencia en el cuarto donde va a guardar el vino de la misa. El niño le avisa al párroco pero pronto será tarde.

Ése hecho será el botón de muestra de la investigación que hace la iglesia —buen manejo del recurso, para no agotar con un conjunto de escenas random y centrarse en lo que pasa en el internado y seguir a Irene—. Porque como quedó planteado al final de La monja, vuelve el demonio Valak y con él las dudas de los personajes sobre lo que ven y sus peores temores haciéndose realidad: ese trabajo de estirar hasta lo último la aparición de lo ominoso o, por el contrario, presentarlo en un golpe de vista que luego desaparece al volver a mirar.

La fórmula de terror gótico está lograda, juega con la iconografía católica —las chicas que fuimos a colegio religioso desbloqueamos el recuerdo de la palabra transubstanciación—, hay un buen manejo de la tensión y se inscribe en un universo reconocible para los espectadores. Tal vez abusa de los falsos finales para retomar la acción; pero nada que un amante del terror no pueda perdonar.

Para agregar un extra que hace a la experiencia de la peli, en la función de presentación nos recibieron monjas con las caras tapadas por un velo negro y la sala estuvo a oscuras con la imagen del demonio fija hasta que comenzó la película. No digo que en todas las salas se deba replicar esto pero sí que está bueno ir a la obra con ganas de entrar en clima.

 

 

6/10

 

 

 

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