La misma novela en que se basó la película Drácula, de Bram Stoker (1992, dirigida por Francis Ford Coppola), da origen a esta pieza que podría considerarse un spin-off o una fan-fic. Y es que Drácula: Mar de Sangre (The Last Voyage of the Demeter, en inglés original) toma el capítulo de la noticia del naufragio de la embarcación y la bitácora del capitán para expandir y hacer foco en esa porción de la historia publicada por primera vez en 1897.
La apuesta de esta nueva peli es por una vuelta a la atmósfera del terror gótico clásico: el castillo en los Kárpatos aparece como un fuera de campo relatado, es el lugar de donde provienen las cajas con tierra selladas con el símbolo del dragón que espanta a los lugareños en el puerto búlgaro. Casi todo el resto de la historia transcurre en la vieja goleta que lleva esta extraña carga a Londres, en la que los sonidos —como el miedo— se transmiten a través del esqueleto de madera.
La historia comienza con el descubrimiento del naufragio en las costas rocosas inglesas y la inspección de las autoridades a bordo. No hay sobrevivientes, pero rescatan el diario del capitán Eliot (Liam Cunningham, sir Davos de Juego de Tronos), que dará marco a la retrospección: la búsqueda en el puerto de tres nuevos marinos —entre los que quedará el médico negro Clemens (Corey Hawkins)—, la carga de las cajas misteriosas, el inicio del viaje y los sucesos posteriores.
Pero volvamos a la apuesta a ver si paga. La construcción de época está bien lograda, el ambiente lúgubre del barco también (gracias por no hacer que todo se desarrolle delante de una pantalla verde) y la tormenta en el mar “rugiendo y devorando como un monstruo” generan un clima opresivo. ¿Podría rendir más? Seguramente. La tensión antes de los ataques que en el texto original se trabaja desde lo sugerido y lo no dicho, podría haberse aprovechado más.
Del mismo modo, se desaprovechan los conflictos internos y de poder entre los tripulantes: el racismo parece “solucionarse” con un parlamento; y otro tanto sucede con la superstición sobre la presencia de mujeres a bordo. Y ni hablar de la conexión psíquica del vampiro con sus víctimas, que se menciona, pero no se explora. Por el contrario, el monstruo actuado (Javier Botet) sube nuevamente el pago.
En suma, la nueva versión de este personaje clásico del terror gótico no está nada mal. Pierde puntos al no meterse de lleno en las innovaciones planteadas: un protagonista de color y una mujer como personaje activo; y paralelamente, al tampoco ir a fondo con los elementos rendidores del género, como la tensión y lo no mostrado. Pero en el conteo final, la película dirigida por André Øvredal sale airosa, con buenas actuaciones, un monstruo que mete miedo y un clima opresivo.
6/10