El cine europeo no deja de sorprendernos, cuando de realismo mágico se trata.
Petite Maman (traducido como Pequeña Madre) comienza con una pérdida, seguida por una mudanza temporal, una estadía fugaz y un encuentro que marcará tanto la vida de Nelly (Josephine Sanz) como su entorno familiar.
Estrenado solamente en algunos cines, el film de Céline Sciamma parece no contar mucho al no haber tantos personajes, sosteniéndose por el uso del sonido diegético. Sin embargo, una vez que se capta el mensaje, todo cobra sentido (en especial el título de la película). Mientras que la fotografía de Claire Mathon opta por un tono desaturado sin perder la calidez, para lograr el clima del drama. Y en cuanto a la actuación, es el peso fuerte. Por ende, cabe mencionar el rol, en la vida real, de su hermana Gabrielle Sanz, como Marion, para reforzar la unión al compartir la misma sangre.
Y por último, pero no por eso menos importante, se destacan las actuaciones, además de las ya mencionadas, de Nina Meurisse, Margot Abascal y Stéphane Varupenne.
En líneas generales, esta cinta francesa de 72 minutos demuestra, de una manera onírica, el poder que hay en una relación entre madre e hija, ante un ritmo de quietud sin sobresaltos. Porque la emoción es lo único que cuenta.
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8/10