Si hay algo en el cine independiente argentino, es el de poder contar historias que otras personas, quizás y solo quizás, no se animarían a hacerlo.
Este es el caso de un adolescente (Mauricio Di Yorio) obsesionado con su cuerpo e inducido por su madre (Umbra Colombo), una artista plástica, que busca que su hijo llegue a la perfección en cuanto a las proporciones físicas.
De esta manera, Felipe Gomez Aparicio presenta, en su ópera prima, un drama de 78 minutos que sabe combinar la toxicidad con la obsesión y la búsqueda de la identidad con el despertar sexual, cuyas consecuencias podrían llevar a nuestro protagonista a situaciones límite. Una idea reforzada por la fotografía de Adolpho Veloso al utilizar contraluces ante tonos fríos, cuya poca presencia de colores fuertes o saturados forman parte del detonante. Entonces ¿Quién tiene la última palabra? ¿Cómo encajar cuando el entorno parece no ayudar? ¿Es solo admiración u objeto de un proyecto personal?
Por último, pero no por eso menos importante, se destacan las actuaciones de Diego Starosta como personal trainer y, en el caso de Pablo Staffolarini y José Luis Sain hacen de ellos mismos, o sea, lo que en la vida real están abocados a hacer.
En líneas generales, una cinta coproducida entre Argentina y Uruguay donde el título se justifica aludiendo ¿indirectamente? a la escultura de Miguel Ángel y el entrenamiento, lento aunque consistente, equivale al proceso de su propia evolución, su propio ser.
7/10