Una familia puritana expulsada de una comunidad, debe recomenzar su vida desde cero a las afueras, cerca de un bosque. De esta manera, comienza La Bruja, la obra debut de Robert Eggers (dirección y guión), bajo el lema “un cuento folclórico de Nueva Inglaterra”
Destacado por emplear iluminación natural, esta historia nos ubica en el siglo XVII cuyos protagonistas están integrados por William (Ralph Ineson), el padre; Katherine (Kate Dickie), la madre; Thomasin (Anya Taylor-Joy), la hija mayor; Caleb (Harvey Scrimshaw), el hermano; y los mellizos Mercy y Jonas (Ellie Grainger y Lucas Dawson).
Su mudanza, mostrada en un plano largo que parece no terminar, da inicio a un sin fin de problemas desde el secuestro del recién nacido, Samuel, pasando por muertes de animales, una especie de exorcismo y la escasez de comida. Un halo de maldad los envuelve y el espectador tendrá que deducir quién fue el causante de todo ello.
Yendo a lo técnico, las actuaciones refuerzan la desesperación, el cansancio, la asfixia y la paranoia, apoyado por la fotografía de Jarin Blaschke. El score, compuesto por Mark Korven, genera la atmósfera deseada dejándonos inquietos porque tanto en el exterior como en el interior no estaremos a salvo. Además, la inteligencia del guión no solo radica en el argumento sino en la elección de los nombres de estos personajes: no están tirados al azar. Y el título original hace un juego de palabras, escondiendo de esta manera un doble mensaje que hay que descubrir.
Estrenada el 19 de febrero de 2016, esta cinta de 93 minutos demuestra otro tipo de terror, otro tipo de cine: el de autor. En él, lo que importa es poder contar algo sin importar las ganancias, como el alejamiento del star-system y, por ende, del studio-system. Darle la oportunidad a nuevos actores cuyas facetas pueden beneficiarse o perjudicarse. Solo es cuestión de dar el gran salto (y esto incluye también al equipo de producción).
7/10