Días antes de que el grupo hacker Anonymous reapareciera en las redes y revelara una importante lista de nombres de celebridades y políticos que habrían visitado la llamada Isla de las Orgías o Isla de la Pedofilia, Netflix volvía a echar luz sobre uno de los casos más escandalosos que haya vivido los Estados Unidos. Estamos hablando de la red de pedofilia y tráfico sexual internacional por la cual el reconocido financista Jeffrey Epstein, ex amigo de Bill Clinton y del actual presidente Donald Trump, fue llevado a juicio en 2019 y que terminó con el dudoso suicidio de este. En el crudo documental de 4 episodios bautizado como Jeffrey Epstein: Asquerosamente rico, se le otorga la voz a las sobrevivientes y protagonistas de esta pesadillesca historia real que devela un entramado político, jurídico y policial en donde el magnate apenas representa una ficha del tablero.
Dirigida por Lisa Bryant (Historia de un crimen: El asesinato de Jessica Chambers), esta serie documental que contó con la producción ejecutiva de Joe Berlinger (creador de la excelente docuserie Conversaciones con Asesinos: Las Cintas de Ted Bundy, también de Netflix), repasa y conecta las diversas historias de mujeres sobrevivientes que en distintas épocas, y siendo apenas unas adolescentes, fueron victimas de abusos y violaciones por parte del financista. A través de los testimonios de las sobrevivientes, abogados e investigadores, el programa expone como operaba la red de Epstein y su pareja y brazo derecho Ghislaine Maxwell, quienes residían en una de las tantas lujosas mansiones del exclusivo vecindario de Palm Beach, en Florida. La mayoría de las adolescentes que llegaban engañadas a la propiedad eran chicas de barrios de clase-media baja, del otro lado del puente de West Palm Beach, que asistían a los colegios públicos de la zona y que provenían de familias en estado de vulnerabilidad. Todas ellas eran cooptadas como masajistas no profesionales con la promesa de cobrar unos 200 dólares por una pequeña sesión con el magnate, situación que, por supuesto, no era más que una farsa para que Epstein terminara cometiendo sus abusos sexuales. A cada una de ellas, el millonario neoyorkino les pedía que reclutaran a sus compañeras del colegio con la misma propuesta y así seguirían ganando dinero. Una de las mujeres que aparece en el documental reconoce haber reclutado a más de 60 jóvenes, todas menores de edad al igual que ella. De esta manera, Epstein llevaba el siniestro modus operandi del depredador sexual a otro nivel: no solo las hacía sentir culpables de sus propios abusos por haber ido hasta allí y cobrado el dinero, sino que también las convertía en cómplices silenciosas de los abusos de sus pares. Un esquema piramidal terrorífico en donde la situación económica de las víctimas y su deseo de juntar dinero y poder dejar atrás aquellos hogares familiares donde predominaba la violencia y la drogadicción, jugaba un factor fundamental.
La Isla
Uno de los sitios en donde Jeffrey contaba con total impunidad para cometer sus delitos sexuales era Little St. James, su isla privada de 29 hectáreas ubicada en el mar del Caribe que había comprado en 1998. Allí, el poderoso pedófilo hacía grandes fiestas y recibía a gente de la farándula, políticos y personas de la alta aristocracia, todo en un contexto de extrema vigilancia, donde hasta el personal de limpieza debía firmar un contrato en el que se comprometían a no revelar nada de lo que veían. Este lugar, que muchos famosos conocían como La Isla de las Orgías, se convirtió en el epicentro del tráfico sexual de menores y proxenetismo de mujeres jóvenes que eran entregadas como muñecas sexuales a los huéspedes de Jeffrey y Maxwell. Una de las sobrevivientes, Virginia Giuffre, contó que fue obligada a mantener relaciones sexuales con el Príncipe Andrés de York cuando tenía 17 años, además de haber visto en la isla en varias ocasiones al ex mandatario Bill Clinton, aunque nunca en una situación comprometedora. La Isla también funcionaba como una especie de cárcel para las mujeres, ya que una vez que aterrizaban allí a través del avión privado de Jeffrey (conocido como “Lolita Express”), no tenían manera de huir. Algunas como la denunciante Sarah Ransome, quien intentó escapar hasta la isla vecina pero fue interceptada por los agentes de seguridad de Epstein, eran violadas por el millonario hasta tres veces al día. Ella como tantas otras que dan su testimonio en el documental declararon ser víctimas de Epstein por muchos años, hasta que finalmente pudieron escapar refugiándose en otros países.
El precio de la Justicia
La primera denuncia por abuso sexual que tuvo Epstein se remonta a 1996, cuando las hermanas Maria y Annie Farmer (quienes dan su testimonio en el documental) decidieron denunciar a Jeffrey y a su cómplice y participe Ghislaine, a la policía de Nueva York y al FBI. Pero el poder de Epstein para manipular la Justicia ya era notable y la artista plástica y su hermana, en ese momento menor de edad, fueron completamente ignoradas. No fue hasta 2006 que, tras una serie de denuncias de adolescentes, el FBI comenzó a investigar las actividades que Jeffrey llevaba a cabo tanto en Palm Beach, como en sus propiedades de Nueva York y Nuevo México. Sin embargo, Epstein logró zafar de la Justicia una vez más cuando en 2007 su equipo de abogados se reunió en secreto con el fiscal de Miami, Alexander Acosta (actual Secretario de Trabajo del gobierno de Trump), para llegar a un acuerdo que sentenció al magnate a tan solo 18 meses de prisión por el cargo de solicitud de prostitución y solicitud de prostitución con una menor. No solo se descartaron decenas de denuncias sino que las víctimas fueron consideradas prostitutas en vez de esclavas sexuales. Cinco meses antes de cumplir la condena, el pederasta fue liberado, violando la probation en innumerables ocasiones.
Juicio y muerte
En julio de 2019, finalmente Jeffrey Eptein fue arrestado y llevado a juicio por tráfico sexual de menores. Al rededor de 20 mujeres, 9 de las cuales aparecen en el documental, denunciaron al financista y algunas de ellas se hicieron presentes en la corte, sumado al hallazgo de centenares de fotos de jóvenes desnudas, posiblemente menores de edad, que el FBI encontró en su mansión. Aún así, la condena ejemplar a 45 años de cárcel que todos esperaban nunca llegó. En agosto del año pasado y mientras se hallaba en su celda, el pedófilo de 66 años se suicidó ahorcándose con una sábana. Al parecer, las cámaras de la penitenciaria de alta seguridad de Manhattan en donde se encontraba el acusado no funcionaban y los guardias que debían vigilarlo cada media hora declararon haberse quedarse dormidos. La familia de Jeffrey pidió en ese entonces una autopsia hecha por un médico forense contratado por ellos, que determinó que el fallecido mostraba lesiones que no correspondían con la de un ahorcamiento por suicidio. Esta situación abrió la puerta a teorías conspiranoicas acerca de que el magnate podría haber sido asesinado, ya que muchos poderosos involucrados con la red de pedofilia temían ser descubiertos.
Voces imposibles de callar
Al igual que sucedió el año pasado con Living Neverland, el documental de HBO que relata en primera persona los abusos cometidos por Michael Jackson, la serie de Netflix definitivamente ha causado un importante impactado en este momento de crisis mundial, en donde la política antiderechos de Donald Trump se enfrenta ahora a las consecuencias de un nuevo caso de violencia racial por parte de las fuerzas represivas. Sin duda, los delitos de Epstein y los involucrados en su red de pedofilia y trata de mujeres no serían posibles sin la complicidad judicial, política y policial y esto ataca de cerca a los representantes de las altas esferas de poder de los Estados Unidos. El documental de Lisa Bryant, que se destaca por una marcada perspectiva de género y una meticulosa reconstrucción de los hechos, resulta de suma necesidad para todas aquellas sobrevivientes que aún no han podido contar su historia. Queda claro que el caso de Epstein no terminó con su muerte, sino que se trata de la punta del iceberg, y por ello es fundamental la denuncia constante. Solo a través de la memoria, la protesta de las organizaciones de mujeres y la presión de los comunicadores es posible lograr que la investigación continúe y que en algún momento salgan a la luz las miles de grabaciones de video que monitoreaban el interior de la casa de Epstein y que podrían hacer caer a todos aquellos que siguen impunes.