Dezzy es una pintora que está en cualquiera. Es irresponsable y desprolija, atributos que esconde bajo una fachada de actitud punk. La realidad es que tiene problemas económicos y están por echarla del departamento. Para poder pagar lo que debe, tiene que terminar una pintura que ni siquiera puede comenzar. Para “inspirarse” empieza a tomar una droga nueva llamada “Diablo”. A partir de ese momento entra en una espiral psicotrópica de horrores que Dezzy no sabe bien si son alucinaciones o que realmente hay algo diabólico dentro de ella. Contar más sería spoiler.
Interesante sorpresa, con una estética que recuerda a Mandy (2018, Panos Cosmatos) por el uso de la fotografía en rojo y púrpura, la manipulación de la imagen para que parezca vista desde un estado alterado, el uso del gore y el trabajo sonoro, en el que también suena cada tanto un sintetizador diabólico. Algo que le han criticado a Mandy es su ritmo letárgico. En Bliss el ritmo es más acelerado y la imagen está todo el tiempo montada sobre el ritmo de la música metal y stoner. Casi podría decirse que se trata de un musical (en el que nadie canta).
La película tuvo su estreno en nuestro país en el Festival Buenos Aires Rojo Sangre 2019, pero no parece estar previsto su estreno comercial. Una lástima, porque verla en sala es toda una experiencia. Esto se debe no sólo a la belleza (violenta, brutal, gore) de la imagen, sino también al armado de la banda sonora. La música y los sonidos envuelven al espectador y lo meten en la mente de Dezzy. Uno de los mejores momentos es cuando Dezzy comienza a escuchar unas risas demenciales. Está tan bien hecho que uno piensa que está oyendo risas dentro de la sala, viniendo de todos lados. Una experiencia más cercana al teatro que al cine que normalmente vemos.
Bliss es una película que no sobresale por su guion (bastante simple, aunque con algún giro de tuerca), pero por su propuesta sonora y visual podemos decir que se trata de una de las películas de terror del año.
(4 / 5)